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Beat Streuli, New Street Tram, Castellón -mayo 2013, EACC

Dos exposiciones ahora en cartelera, Sin motivo aparente (CA2M) y No tocar, por favor (ARTIUM), apelan a la experiencia del público como motivación y tema central. Tenía que llegar, después del crecimiento exponencial de los departamentos de didáctica y públicos de los museos y de sus actividades, seminarios internos y externos y publicaciones; de la consolidación de conferencias y mesas como un dispositivo más imprescindible junto a las exposiciones; de la puesta en marcha de Observatorios con encuestas dirigidas al público y diseñadas para reforzar la autocomplacencia de dichas instituciones; de la normalización de estrategias para fidelizar públicos cautivos, audiencias comprometidas con créditos académicos obtenidos mediante convenios con las universidades y asistentes interesad@s en aprender la organización de tales eventos con el fin de ingresar a continuación en el sistema artístico. En una espiral centrípeta sin fin, cada vez más endogámica y especializada.

El público, los públicos: antes denominados espectadores y ahora visitantes y audiencias, como centro de la diana de un@s productores (artista@s, crític@s y comisari@s, gestor@s …) cada vez más alejad@s de la realidad social. Pues si bien hoy la inmensa mayoría estaría de acuerdo en que nos encontramos ante una encrucijada histórica –no sólo en España, en Europa y en el mundo-, independientemente de su posicionamiento ideológico, entre las decenas de miles de productores apenas se cuentan con las manos aquell@s que tienen algo significativo que decir y conectan con la precaria realidad. Jóvenes, emergentes y seni@rs desclasad@s porque pertenecen a la comunidad artística cosmopolita, que disfrutan de residencias artísticas y viajan de bienal en bienal, hiperactiv@s concentrad@s en el próximo proyecto, evento, exposición, texto, proyecto editorial …

 

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John Baldessari, I Will Not Make Any More Boring Art (1971), versión Biennale di Venezia 2011

Mientras otros estamentos de arriba abajo se comprometen de palabra y obra por el bien común (educación, sanidad, transparencia …), ¿dónde están las voces y las acciones de l@s directores, comisari@s y crític@s, artist@s intelectuales que se consolidaron durante la burbuja económica, sino aferrados a su estatus para que el show continue a toda costa, plegados a las órdenes silenciosas de los fantasmales organismos de la administración del Estado y bailando el agua a un mercado abocado a lo yuppie decorativo, supuestamente para sobrevivir? ¿cómo justificar este «seguir a lo suyo» como único medio de salvación del arte?

Dado el general encastillamiento en su torre de marfil, ahora más que nunca, a la sociedad puede resultarle indigerible tener que soportar sus quejas ante los recortes y el IVA excesivo que ya han mermado un tercio la actividad del sector mientras apelan a una necesidad transcendental del arte y de la cultura. Hace más de 150 años que Hegel dictaminó la muerte del arte, por su innecesariedad: “El arte no suministra ya, a nuestras necesidades espirituales, la satisfacción que otros pueblos han buscado y han encontrado (…) el arte no ocupa ya, en lo que hay de verdaderamente vivo en la vida …”. Tras la estela de bocanadas vanguardistas, intentos de resurrección de las conexiones entre el arte y la vida, esta última apelación al público ¿no resulta cínica? ¿cuántos artistas, proyectos, gestiones y políticas artísticas se salvarían si dependieran del público, esa masa considerada inculta y bárbara por los productores culturales volcados en la promoción de sus propias trayectorias y las de sus correligionarios, atentos a no perder el tren de la última moda intelectual y la última tendencia de producción y estrategia de gestión? ¿quiénes están interesad@s en una auténtica democratización del arte?

Cuanto más caros y menos accesibles a estudiantes, jubilad@s y parad@s son los museos estatales, más se publicitan las jornadas extraordinarias y gratuitas como el “Día y la Noche de los museos” a esas masas empobrecidas para que alegren la fiesta y respalden una vez más la farsa de una necesidad del arte en la que son convidad@s de piedra. Los miles de ciudadanos anónimos que engrosarán las colas en el Día Internacional de los Museos asistiendo a los espectáculos inusuales y grotescos programados, volverán a legitimar las políticas artísticas y culturales elitistas, diseñadas por y para las elites y el mercado de gama alta.

¿Para cuándo las consultas en las que públicos y audiencias puedan censurar libremente la obsolescencia de tantas propuestas, que directa e indirectamente financian, de unos productores que les temen, les desprecian y les marginan? ¿Para cuándo actuaciones transparentes, no excluyentes y realmente acogedoras? ¿Para cuándo reconocer en los públicos auténticos sujetos y no meros objetos moldeables como ansían directiv@s y  departamentos de didáctica de los museos?

Algun@s pensamos que también “sí se puede” establecer políticas artísticas siguiendo los parámetros de “servicio público”, sin clientelismos y sin discriminaciones por motivo de sexo, clase y etnia. Y también que los museos deberían ser como las bibliotecas, donde los públicos pudieran encontrar todo lo que se produce como un bien común que compartir y valorar. Que los públicos no deben ser pretexto, sino protagonistas decisorios en el sistema del arte.

 

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 Colectivo Yo expongo: Concha Mayordomo, Eva Iglesias Bilbao, Jasmina Merkus, Laura González Aragoneses, Olga Isla, marzo-mayo 2013